domingo, 18 de mayo de 2008

¿Botones?




Detrás de su delineador negro que ocultaba esa mirada de desconcierto conocimiento ambiguo, mostrando la tez guerrera del que a nada teme, pero reflejando como un tragaluz el alma que por dentro lloraba.

Pronto el tono sonó y retumbó en mis oídos al tiempo en que mi cuerpo se tendía a un lado para contrarrestar la fuerza que me alejaba del pasado. Avanzamos. Bajé la mirada para sacarla de mi mente, alejarla de mi verdad, y comencé a explorar el vagón donde me encontraba. De pronto brincó a mi vista un hombre con una extraña marca en la mano, una mancha con señales de tener forma y tinta negra de saltaba a mi vista desde la parte superior de su mano. Su asquerosa forma de marca de ropa incitaba mis más álgidos indicios antropofóbicos a la vez que, seseante, mi mente comienza a encarnar las situaciones más mórbidas que pude imaginar.

Apreté mi mano con inmensa furia dentro de mi bolso, mientras que al mismo tiempo veía a cada una de las personas que a mi horizonte se remitían. Poco a poco comencé a encarnar situaciones como ver una película de un hombre viendo televisión, y viendo la cara de cada inmundicia humana, sorteé a mi parecer lo que el destino les depararía 3 segundos más tarde.
Rápidamente, y con una expresión de alegre locura insana, saqué mi mano del bolso empuñando un cuchillo plateado, hermoso, pálido, como si buscara el elixir sagrado oscuro que corría dentro de mis victimas y que pretendía extraerlo de la forma en que Aquiles lo hizo con Héctor, o como muchos en la historia nos han enseñado, con pasión.

Con fulgor de mil soles que apasionan mi mente me lancé contra cada cuerpo, inmóviles por el miedo de la locura de un ave maría sonando en mi mente, retumbando en mis pensamientos, inspirándome de la más sublime forma para acallar esos gritos de dolor de las personas por aquella desventura que llaman vida.

En medio de la carnicería que se desataba, me bañaba en sangre de regocijo por la libertad que proporciona, recibiendo gritos, plegarias y misericordias de agradecimiento por haberme aventurado a librar sus almas de la prisión carnal en que se encontraban, embutidas en aromas inmundos, sensaciones mundanas y necesidades estúpidas. A la vez, yo era bañando por la sangre del bautismo sagrado que me consagraba como salvador y soldado de los hombres, pescando almas, perdonándolas y elevándolas al cielo. –dios me encomendó la tarea de hacerlo, porque quiere que se una a él en el cielo, en mi corazón- le dije a una mujer mientras de rodillas piedad rogaba por la vida de su hija que en sus brazos colgaba.

De pronto, un tumbo del vagón me hizo levantar la mirada. Allí estaba, sola, vacilante, errante. Parpadeé. Frenó el tren. Abren las puertas. Las personas salen al encuentro de su destino ignorando la cantidad de veces que fueron asesinadas en mi mente, liberadas de cada sufrimiento.
Ella seguía hablando y cada palabra golpeaba mi alma. Pero no observaba su rostro, aunque lo veía; miraba sus ojos detrás de su mirada, que me miraban desconcertados, como queriendo expresarme mil ideas que puyaban sus pensamientos. –Quisiera ser un botón rojo, circular, perfecto...- me dije a mi mismo mientras al parpadear otra vez volvía en mí.

2 comentarios:

araya dijo...

uy.
ahora te tengo miedito.

Anónimo dijo...

EXCELENTEEE!!!!... aunque me molesta admitirlo!... este es por mucho tu mejor texto!... jajajaja