lunes, 28 de abril de 2008

Caruso... Pavarotti... Daddy Yankee


Al pulso de un botón extraño que parece estar hecho con paja y bahareque se encendió una pantalla. En ella, lo más insólito que haya visto en mi vida. Una clase extraña de escarabajos gigantescos del tamaño de varios caballos y de colores extraños caminaban a increíble velocidad y parecía que llevaban a hombres dentro, pero no estoy seguro, puesto que eran seres extraños con silueta humana. Recuerdo una vez que caminaba de Caracas a Valencia haberme topado con un loco viejo que pedía limosna. Por el cansancio mío y de mi bestia, pare a ayudar y conversar unas horas con el pobre cetrino. El viejo, desdeñado, desdentado y sucio, comenzó a hablarme de muchas cosas que en su vida habían sucedido; tenía un hablar suspicaz, culto y vivaz. Decía que tenía la especial capacidad de predecir el futuro porque había estado allí, y había vivido claramente lo que deparaba.
Contaba que en el futuro todo estaba peor, que la humanidad había subido muy alto para después estrellarse contra el suelo como el águila que muere, siempre volando. –Luego de crear grandes ciudades con cosas jamás imaginadas, empezaron a morir a causa de su propio ocio, como no tenían que caminar, como no tenían que preocuparse por qué comer, fueron creando sus propios males para sustituir los que la naturaleza nos daba; no hay peor mal que el hombre mismo- Me dijo el viejo que se presento como Gauguin.

-¿No tenían que caminar?- me pregunté a mi mismo mientras Gauguin seguía con su relato de espantosa revelación. Me contó que los valores como el pudor, la moral y el respeto eran cosas de tiempos antiguos, que las mujeres no solo mostraban a diestra y siniestra sus tobillos, si no que mostraban más piel que ropas, y que los trajes de gala, visita y cuan ocasión hubiese eran harapos de extraña naturaleza que solo se comparaba con la inestabilidad mental de el sujeto que los portara.

Arrebatado por tan terrorífica confesión me puse de pie y luego de rodillas para rezarle a Dios y pedir perdón por lo que mi sangre haría en algún momento. Con gracia en la voz, oí decir las palabras más espantosas que en mi vida imagine. –Dios ha muerto- Dijo en forma burlona. –Y peor aún, la iglesia es culpable de los males que aquejan a la futura sociedad-. Una expresión de odio y terror invadió mi semblante que trataba ante todos los medios de terminar la oración que al ser magnífico dirigía. No pude si no decir dos palabras más antes de que, con tan solo un par de movimientos, estuviese de nuevo sobre mi bestia cabalgando hacia el oeste y dejando al maldito hereje detrás.

Ya a media hora de camino, y mientras pensaba en la carta que redactaría al Santo Oficio sobre mi encuentro pecaminoso, encontré a otro hombre que viajaba en el mismo sentido. Era un hombre apagado, de comentarios sobrios y reservados que hasta podía hacerse pasar por una persona tímida. Por ser camino peligroso, atestado de mariches, decidimos viajar juntos so pretexto de que nuestro destino era el mismo. El hombre hacíase llamar Zaratustra, y contó que bajaba por primera vez a una ciudad, luego de pasar casi 10 años viviendo en soledad en la montaña, una zona llamada Naiquatá.
Poco más tarde comencé a hablarle sobre mi extraño encuentro con Gauguin media hora antes de cruzarlo. Zaratustra, hombre sabio, comentó que también lo conoció y cruzó palabras con él. Contaba que la apreciación de Ño Gauguin la reconocía como muy acertada. Explicóme que la iglesia católica era la dueña de los valores de la sociedad, ya que todo lo bueno o malo era definido por la iglesia, las costumbres, las normas y hasta las leyes que se hacían cumplir con el Santo Oficio.
Zaratustra siguió su relato explicando que la sociedad poco a poco ha ido emancipándose de la iglesia, creando opiniones drásticas como la de Ño Gauguin, y que mientras más se separe la sociedad de la iglesia, la decadencia de los valores de ella será más rápida y notoria, llevándonos poco a poco a la destrucción. –Y no sentencio a la iglesia, ya que ella solo ha tomado la tarea que por naturaleza a los padres ha de corresponderles- así habló Zaratustra.

De pronto, el cambiar de la imagen que veía sorprendió mi mente, divagando en la pregunta que mi pensamiento distraía -¿A dónde se fueron los escarabajos? Me levanté percatándome de que habíame sentado sobre el extraño aparato, pero la imagen pecaminosa de un hombre danzando extrañamente con siete mujeres distrajo mi mente, haciéndome recordar una deformación morbosa del coito matrimonial.

Recordé claramente lo que Zaratustra me dijo y entendí que la iglesia ya era ausente en el corazón de los hombres, eran personas sin fe, sin moral, sin respeto o valor alguno al cual acudir en momentos de desgracia.

Reconocí mi casa, la que construí con mis propias manos. Reconocí cada habitación y espacio en el que me encontraba, pero cada cosa que veía era distinta y desconocida para mí, casi santa. El largo ardor de la conciencia de una sociedad inservible invadió mi mente, entendí que lo que había hecho estaba terriblemente errado y que mi alma estaba condenada al infierno eterno, al sufrimiento insoportable de una vida pecaminosa.

La única solución que cuajé fue ofrecerle mi vida, alma y cuerpo lo desconocido, donde no existe regla ni pudor, no existe mal ni infelicidad, donde yace el alma de mi dios caído; de seguro él también tomó la misma decisión al ver la desgracia de nuestra sociedad y decidió abandonarnos a nuestra suerte.

Sudando y pensando al lugar a donde iba, salté del banco donde me encontraba trepado, al mismo tiempo en que mis párpados se cerraban en un frío luto. Este es el final de Martín Drachenfels, el que vendió su alma al diablo y encontró la penuria del conocimiento máximo, de la vida en diferentes épocas, donde no hay dios, donde murió, donde morimos.

1 comentario:

araya dijo...

a ver pogo... *araya se deleita* estuvo... decididamente surreal, muy melquiades, muy bizarro- y lucido. muy lucido. lo desconocido, donde yace el dios caido y no hay ni mal ni felicidad... ese es un concepto redondo, sin nada que le sobre, nada que le falte. ese es, el mundo del desconocimiento/conocimiento absoluto adonde fuimos y donde vamos. gran texto, me gusto mas que el anterior y todo. tiene como un clic.