jueves, 27 de marzo de 2008

mi pequeño pasillo.


Un día me di cuenta de que me encontraba en un pequeño pasillo, solo yo y mi pequeño triciclo rojo. Me siento aterrado porque no se como llegue hasta ese pasillito de piso de baldosas rojas perfectamente pulidas y paredes impecablemente blancas con un montón de cuadros cuidadosamente guindados en ellas; pero a la vez un extraño sentimiento hogareño me invade, me siento como en casa, como si mi mente antes hubiese estado allí, una sensación de deja vu inhóspito que me confunde y a la vez aclara mi mente.

Me encuentro al comienzo del pasillo, ¿o al final?, quisiera saberlo para así poder inferir muchas cosas o por lo menos tener el valor de saber que tras de mí no hay nada más que una pared y de esa forma montarme en mi pequeño triciclo rojo y andar. Lo hago. A medida que pedaleo como si mi vida me fuera en ello clavo la mirada a las intercaladas formas de las baldosas rojas perfectamente pulidas. Pronto levanto la mirada y comienzo a observar los cuadros. Como Darwin al llegar a las Galápagos, quedo anonadado de lo que veo; ¡Yo conozco esto! Me digo a mi mismo mientras cruzo la mirada de pared a pared bailando con mis ojos un bals frenético pero hermoso y exasperante a la vez, con los ojos abiertos cual facción de sorpresa cualquiera.

¡Son mis recuerdos! Lo sé. A ritmo de la sexta de Ludwig Van, mis piernitas aceleran el paso de la rueda delantera que me impulsa a velocidades in imaginadas por el pequeño pasillito. ¡Lo veo todo! Pero...

Pero de pronto dejo de ver mi pasillito y entro en otro lugar, pero es el mismo, pero es distinto. La misma sensación de el comienzo me invade, el suelo es el mismo, las parees son las mismas, sigo en casa, pero no es casa, es un pequeño pasillo que infinitamente se extiende a la nada como un fractal, como si estuviese en la dimensión 2,06, bajo de mi pequeño triciclo rojo para observar y estudiar mejor mi entorno y situación.

Al bajar observo como el pasillo se encuentra en una suerte de papel para croquis. Me siento lápiz, me siento ladrillo y cemento, ¡me siento creador y destructor del universo! Veo a lo alto, inalcanzable a mi diminuta estatura observo millones, no, miles de millones de marcos para cuadros vacíos, reflejando el blancor impecable de la pared.

¿Por qué no conozco? ¿Por qué mi ignorancia? ¡Quiero saber, y quiero saberlo ahora! ¿Por qué mi aspecto de niño imberbe? me pregunto a mi mismo esta vez al ritmo de la novena.

Poco a poco pienso, poco a poco infiero.

¡El conocimiento ha llegado! Me empapa con su divina belleza, me tienta al pecado más mórbido, el de la sabiduría. Mis labios con un dulce risueño de belleza y conocimiento me guían hacia la respuesta, hacia delante.

Pronto la séptima hace su aparición, y el dulzor del mejor de los oportos se remite a mi boca. ¡Que sensación pa’ extraña! Me digo a mi mismo.

Y sin pensarlo, me entrego a mi destino, el destino que construyo, el destino que quiero que sea, cual creador universal entregándose a una mujer, como mi alma se entrega a la tonada que en mis oídos retumba con sonoro acierto.

Como mi alma al mundo, me entrego a mi vida.

Mi pasado y mi futuro, que es lo que no conozco. Mi pequeño triciclo rojo, mi presente. La novena aún retumba en mi cabeza, en mi mente, en mi ser. ¡Y estalla!

¡Mi pequeño pasillo, mi corta vida!

2 comentarios:

Maru..¡¡ dijo...

:D exta lindop...


xD att: Maru..¡¡



un beso...

araya dijo...

nice crescendo