miércoles, 3 de septiembre de 2008

arriba la sopa, abajo Mafalda


Pocas son las veces que nos preguntamos algo verdaderamente significante, algo que defina nuestra vida. En esta oportunidad presento un gran texto de una gran amiga, y lo hago porqeu creo que no hay forma distinta de explicar lo que pienso.


No era nadie, de hecho no era, ni es ni será. Se llenó de otros, su entorno le decía cómo ser, qué comer, qué escuchar, qué opinar, cómo ver, caminar o vestir. Todo era robado de otros, su mente nunca fue libre. Un día sin más, se encontró en un vacío eterno, un silencio tan aturdidor que obligó a despertar aquella alma en pena, y darse cuenta que era hora de ser; y se preguntó cómo ver, comer, oler y caminar sin ser alguien más, fue su gran incógnita. Pasaron horas, o tal vez segundos, en la nada tratando de responderse.

No supo que era mujer hasta que se descubrió, no supo que su piel era blanca, hasta que se quito toda la ropa de marca que le cubría el cuerpo. Se descubrió un lunar en el dedo gordo del pie cuando se quito aquellos zapatos que la obligaban a caminar todo el día por una ciudad que agotaba, que dominaba, que excitaba y deslumbraba, sin dejar tregua al pensamiento vago, a la idea circular en un mundo de cuadros extremos. Nunca supo el color de sus ojos, pues dejó todo atrás, incluso el espejo al que se ataba cada mañana antes de salir, para verse cada vez más lejos de la imagen que tenía como ideal, la de alguna actriz famosa que sufre de desorden alimenticio y viste de ropa de pasarela.

Sin nada más que su mente llena de dudas sobre ella, y el silencio que le daba el calor de una compañía fiel, se dio cuenta poco a poco que ningún argumento en ella era propio, sus gustos, maneras, inclinación política, fantasías, estilo musical e inclusos sus miedos eran tomados de alguien más, como si esta fuese la forma más sagrada de preservarlos en la memoria. Decirse nadie, era lo más sencillo que le había ocurrido, desde que decidió adoptar todo lo que le gustaba de él.

Ella se comenzó a comprender como todos y no como nadie, era una suma de su entorno, que sin más ni menos sólo sabia responder a él. Cuando lograba una idea original, escuchaba del otro lado de la sala a alguien con la misma idea, ella sabia que no era más que parte de la manada. No podía escapar, el pastor o simplemente el pasto, la mantenía atada al conjunto, como ovejas que la acompañaban.

En medio del silencio, con su dedo y una lagrima helada en su rostro, escribió en la tierra bajo sus pies, “No era nadie, de hecho no era ni es, ni será”. Cerró sus ojos, para despertar y ser alguien más.


Andrea Guzmán


Somos el resultado de los demás. Somos la causa de otros. Soy causa y efecto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esto vale!... no puedo decir más, para no llorar! ;)

Tu mana!